Arte: -Patricia Beckham
Una breve historia sobre un amor intenso entre una mujer y una nena.

Segunda mamá

Se llamaba Beba. Vino a su casa cuando Betina tenía 6 meses y su mamá debió re-incorporarse al trabajo. Beba vivía en la casa, era la ‘chica con cama’. La cuidaba, le daba de comer, estaba siempre para ella. Y para Betina, era el mundo entero ya que era hija única y, después de sus padres, Beba era la persona más importante. Ella decía que si sus padres le faltaran en algún momento, estaba Beba. Y que cuando fuera grande y se casara, se la llevaría con ella. Sus padres bromeaban y le preguntaban qué pasaría si Beba se casara y se fuera. Ella contestaba que le escribiría una carta llena de lágrimas.

Beba tenía su habitación en la parte superior de la casa, al lado de la terraza y cuando sus padres salían, bajaban la cama, y era fiesta. Huevo frito con papas fritas y mirar televisión hasta tarde. Eran compinches y lo siguieron siendo a medida que Betina crecía. Su mamá siempre encontraba algo negativo en Beba y la retaba por no haber limpiado como se debía pero le dolía más a la nena que a Beba, que se reía a escondidas de sus limitaciones. Beba tenía varios sobrinos y una ahijada a quienes visitaba los domingos. Volvía con historias de los pequeños que hacían poner celosa a Betina. Pero alguna vez Beba la llevaba con ella y compartían incluso su día libre. Tenían una relación que iba más allá de las obligaciones laborales. Si se largaba a llover, era Beba quien se presentaba en la puerta del colegio con el paraguas. Cuando llegaba el papá de Betina y se encerraba con su mujer en el dormitorio para contarle su joranda laboral, era Beba quien jugaba con ella en la cocina. Nadie se lo hubiera imaginado, pero a sus cuarenta y tres años falleció de una aneurisma cerebral. Betina tenía 18 y quedó devastada. Jamás la olvidó. Fue su segunda mamá.

Mónica Gómez