Caso de familia – IV ~ Mónica Gómez

La verdad salió a la luz y Ricardo y su cuñado contaron todo al resto de la familia.Estela había sido asesinada a causa de la relación de su esposo y su hermano con traficantes de droga. Ricardo estaba por proponer la única solución.

Si no has leído la primera parte, comienza aquí: Caso de familia, I

Caso de familia, IV

-Insisto con que esto tiene una única solución –exclamó Ricardo-. Todas las sospechas caerán sobre mí porque fui yo quien encontró el cuerpo. Y yo no voy a abrir la boca por nada del mundo.
-Y te van a meter preso por encubrimiento y a Mario también –dijo el otro hermano.
-¿Qué carajo me importa? ¡A ver si lo entienden! Mi vida sin Estela ya no es vida. Ir preso sería lo menos para mí.
-Estás loco, Ricardo, tenés que calmarte –dijo el suegro.
-Sí, sí, tengo que calmarme –mirando a Mario- para ver cómo hacer para que vos y el médico amigo tuyo no vayan presos.
-Ricardo, por favor... –alcanzó a murmurar la suegra.
-No, escúchenme, tienen que escucharme –volvió a mirar a Mario-. Tu amigo tiene que decir la verdad, que vos lo llamaste, para ayudarme a mí. Ustedes dos simplemente siguieron mis órdenes, yo les dije que no podía explicar nada, pero que necesitaba que me ayudaran. Y lo hicieron. Simplemente eso. ¿Cuánto tiempo de prisión pueden tener por eso? No mucho...
-¿Y vos? –preguntó Mario con lágrimas en los ojos.
Se hizo una pausa y todos miraron fijamente a Ricardo
-Yo ya lo decidí. Voy a ser el único que sabe la verdad pero nunca la voy a decir y no pueden obligarme. Me meterán preso, sí, ¿y?
-Pero ¿tu vida?
-¿Cuál vida, Beatriz? –casi gritó- sin su hija yo no existo, no tengo nada, no tengo corazón, no tengo alma, ni cuerpo... no tengo vida, ¿entiende? –Miró a todos-. ¿Saben quiénes son mi vida ahora? Ustedes, mis hermanos, mis padres, mis cuñadas, mis sobrinos. Y no soportaría que les sucediera algo.
Todos rompieron en llanto. Ricardo siguió.
-Estoy más que dispuesto a ir preso toda la vida si es necesario, para protegerlos.
-Y yo también –agregó Mario con actitud valiente.
-No digas pelotudeces… –lo enfrentó Ricardo-. A vos te necesitan tu mujer y tus hijos. Seguramente un tiempito te vas a tener que comer, pero después salís. Tenés que estar afuera y cuidar a toda la familia.

Esa reunión marcaría para siempre la historia de esa familia. La causa se abrió. Con la autopsia se descubrieron las balas y el encubrimiento. La policía detuvo a Ricardo, Mario y el médico pero éstos, como acordaron, declararon que sólo habían seguido las órdenes de un hombre desesperado. Al cabo de un tiempo quedaron libres. La situación de Ricardo, en cambio, era totalmente comprometida porque era obvio que él sabía quienes habían sido pero no lograron hacerlo hablar y lo metieron en prisión. Fue su modo de honrar la memoria de Estela, su modo de pedirle perdón, entregando su libertad por proteger a su familia. El amor que él tenía por ella fue más fuerte que todo.

Sus suegros lo visitaban en la cárcel semanalmente y con los años dejaron de hablar de Estela para contarle las nuevas aventuras de sus nietos y bisnietos. Mario también lo visitaba y le expresaba siempre su gratitud.

-¡Gracias, hermano! –no se cansaba de repetir Mario.
- Esto es por mi amor a ella –respondía Ricardo.

Vivió una vida encerrado en la cárcel, lleno de fantasmas y remordimientos por lo que había hecho. A veces en sueños, se le aparecía Jean Paul con una risa grotesca que lo hacía despertar sudado y con los puños cerrados. Otras veces se le aparecía Estela, con su risa contagiosa y despertaba llorando.

Nunca habló y con los años de dolor, enfermó de cáncer. Su enfermedad lo hizo acercarse a la fe. Si bien con crianza católica, jamás fue practicante pero dentro de los muros de su soledad, había restablecido una relación con Dios. Y ahora, sintiendo que su final estaba cerca, pidió un confesor, que lo escuchó y lo absolvió por sus pecados, por el gran acto de amor de haber permanecido encarcelado en pos de salvar a la familia de su esposa.

Dicen que Ricardo falleció con una sonrisa en los labios, sabiendo que Estela lo perdonaba y lo esperaba. La familia de su esposa en pleno, asistió a su funeral.

FIN

Mónica Gómez

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