Hoy Mónica nos ofrece un relato breve que nos deja reflexionando sobre distintos puntos de vista.

Paisaje Blanco

No lo podía creer, estaba viviendo en un paraíso. Había llegado desde su Buenos Aires natal a Pensilvania, a visitar unas amigas y una de ellas le había presentado a Gerry. Fue amor a primera vista de parte de ambos y a los quince días estaba viviendo en casa de él. Era la época invernal y el primer día de nieve, mientras todos los vecinos protestaban a la vez que limpiaban sus autos y las veredas de sus casas, ella observaba fascinada los copos de nieve que descendían. Le parecía estar dentro de una postal o de una película navideña.

-Parecés embrujada por la nieve- se burlaba él. Claro, no comprendía. A los pocos meses el amor murió, tan rápido como había nacido y ella volvió a su lugar. Pasaron muchos años, tantos que parecían de otra vida, cuando Malena se casó y se fue a vivir entre las montañas de un pueblo al sur de Italia. La primera nevada salió a caminar y una vez más, se sintió adentro de una postal. Pero ahora estaba en su casa. No era una vacación. Y aprendió lo que era la nieve. El cierre de las escuelas, la dificultad para moverse, incluso para ir a hacer compras, el manto blanco que se acumula delante de la puerta, impidiendo la salida.

Todo está en cómo se miren las cosas. Ahora comprendía a Gerry cuando se burlaba de ella. Después de diez días de intensa nieve, ya no hay lugar para la fascinación. Es un incordio. Y cuando se va derritiendo, quedan esos restos grises, sucios, que afean el paisaje. Más ahora, que había quedado viuda y estaba sola, aborrecía los días en que tenía que estar encerrada por la nieve. Recordaba los primeros momentos y se decía que todo tiene que ver con el cristal con que se mire. ¿Se puede cambiar tanto una opinión? Seguro que sí.

Mónica Gómez