Introducción: Un relato nostalgioso con un dejo de tristeza y también de vida que continúa.

Fue lo que más le dolió. Tenía que mudarse y no lo podía llevar con él. Era muy costoso. La mudanza de país había sido muy pensada y digerida. Hacía quince años que estaba en Europa, primero en Italia y luego en España, donde conoció a María, una alcohólica bipolar de la cual se enamoró perdidamente. Él se propuso cuidarla, en su intento de salvarla pero fue difícil. Tuvieron dos hijos y eran felices cuando ella estaba bien. Pero eran pocas las veces, porque enseguida llegaban los momentos duros en que ella tomaba, las peleas, los días enteros sin levantarse de la cama, la depresión, inclusive las actitudes agresivas. Era entonces que él se ocupaba de todo, de las comidas, de los chicos, la ropa y sobre todo de cuidarla y amarla.

Pero a veces el amor no es suficiente y María falleció de una infección hepática con tan solo cuarenta y cinco años. Él, a sus sesenta y dos, se quedó solo con Sebastián de doce y Rubén de siete. Vivían en Valencia y los amigos y una poca familia de ella estuvieron los primeros días pero después se fueron diluyendo. Al cabo de tres meses tomó la decisión, se volvería a Argentina, su país, su gente, su lugar. No quería estar solo con sus hijos y en Buenos Aires tenía una red de amigos que lo confortarían y además, su corazón volvería a resonar con las costumbres de casi toda su vida. Fue duro deshacerse de las pertenencias de María pero lo peor fue el piano. Ambos solían tocarlo y le enseñaban algo a los niños. María era profesora de piano y en sus momentos sobrios, los encantaba con su habilidad. Pero ya no estaba. Y el piano tenía que quedar en España. Había pensado en comprar otro cuando estuviera instalado. Pero quién sabe. María era irremplazable, y su piano también.

Mónica Gómez