Esta vez, Mónica Gómez nos trae un relato policial, lleno de intrincados recovecos, sorprendiendo al lector en cada uno de ellos. Es una historia que nos demuestra el poder de la ambición y del amor.
Flores para la maestra
Soledad salió al balcón a echar un poco de agua a las dos plantitas. El malvón era de Lucy, su amiga de la infancia con quien compartía departamento y gastos. Suya era la albahaca, que su mamá de origen italiano decía no podía faltar en ninguna casa para poner al tuco.
-Buen día –escuchó.
-Buen día –contestó sorprendida.
El edificio de al lado estaba en construcción y había dos obreros trabajando en el balcón del mismo piso, el séptimo.
-Discúlpeme –se atrevió uno de los muchachos- pero me alegro que por fin esté poniendo agua porque esas plantas no daban más.
-Ay, sí, tenés razón –respondió tuteándolo, era de su misma edad-. Mi amiga y yo somos un desastre con las plantas –agregó con una sonrisa.
-Disculpá que me meta, soy Daniel –dijo estirando la mano a través del vacío de mas de un metro que separaba los balcones.
-Y yo soy Sole –contestó divertida. Parece que te gustan las plantas.
-Me encantan, vivo en la provincia y con mis viejos tenemos un fondito donde cultivamos de todo. Si me permitís, te voy a traer un fertilizante que tengo porque la verdad... esa albahaca...
-Sí, bárbaro, porque me la dio mi vieja y si la planta se muere, ¡me mata a mí! Mirá, te doy mi número de celu y cuando la traés me avisás, ¿dale?
-Ok, gracias –respondió sorprendido por la confianza.
-No, gracias a vos.
Sole le pasó su número y en eso quedaron. A los pocos días, a la mañana tempranito mientras las chicas desayunaban, sonó el timbre.
-Ah, debe ser Daniel.
-¿Quién? –preguntó Lucy.
-No te conté. Un obrero de acá al lado que viene a traerme un fertilizante para las plantas. Ayer me dejó un mensaje diciendo que me lo traía hoy.
-¿Qué??? ¿Vas a hacer entrar a un desconocido? ¿Un negro de la obra?
-Ay, no seas discriminatoria. No es negro y además, es lindo –agregó riendo-. Te dije que quisiera experimentar un poco en mi vida.
-Estás totalmente loca... bueno, me voy a trabajar.
Lucy salió mientras Daniel entraba, con una bolsita en la mano. Sole intentó presentarlos pero Lucy se hizo la apurada y salió corriendo.
Esa noche cuando Sole llegó de la Facultad con su novio Sebastián, su amiga no se acordó de preguntarle por el obrero. Son esas cosas de las cuales uno luego se arrepiente pero ¿cómo se le iba a ocurrir que podía suceder lo que sucedió?
A la mañana siguiente, Lucy salió de casa como todos los días a las siete y media para ir a su trabajo. Se asomó al cuarto de Sole y la vio durmiendo. Al mediodía la llamó Sebastián.
-Lucy, ¿sabés algo de Sole? La llamé y no contesta.
-No... yo la dejé durmiendo.
-Teníamos que encontrarnos a las diez de la mañana, es muy raro. Estoy acá tocando el timbre pero tampoco contesta. ¿Podés venir y abrirme?
Cuando Lucy llegó, Sebas la notó nerviosa, como con un mal presentimiento. Ni siquiera se animaba a entrar, por eso fue sólo él quien se asomó al cuarto y encontró a Sole tirada en el piso boca abajo. No contestaba ni se movía. La tocó. La zamarreó. Estaba muerta.
La policía llegó inmediatamente con el médico forense. El papá de Sole, Francisco, era un corredor de cambios de gran fama dentro de los ámbitos financieros por su astucia en los negocios.
Sebastián se comunicó enseguida con él y éste llamó inmediatamente a la policía. Tanto el padre como la madre, Patricia, estaban consternados. ¿Podía ser que hubiera tenido una descompostura, una bajada de presión?
La policía notó que la puerta del balcón estaba abierta y el ventilador de techo girando, lo cual hacía pensar que Sole había abierto para dejar entrar un poco de aire fresco en esa noche calurosa. Mientras tanto, el forense encontró señales como de sofocación, como si alguien le hubiese quitado la respiración. Una primera inspección hizo sospechar que alguien la había asesinado.
-¿Quién hizo esto? –gritó su novio desesperado.
-¡El obrero! –lloraba Lucy.
Francisco y Sebastián se miraron entre sí mientras Patricia lloraba desconsoladamente arrodillada a los pies de su hija.
-¿Qué obrero? –preguntó Francisco.
Lucy contó la historia y en efecto, fue la primera hipótesis que se manejó, pensar que alguien se había metido por el balcón desde la obra de al lado, usando un tablón.
-Ya encontraremos huellas, no se preocupen –los tranquilizó el oficial.
-¡Por favor, encuentren al asesino de mi hija! –estalló Patricia. Francisco la abrazo tratando de contenerla pero estalló en llanto él también.
-Estoy segura que fue él, revisen el celular de Sole –insistió Lucy llorando-. ¿Quién si no? Sole era un amor de persona, no tenía un solo enemigo.
-Es cierto –acotó Sebastián.
-Ya tendrán que venir ambos a declarar y allí nos van a contar todo lo que saben.
Continúa aquí con Flores para la maestra II
Mónica Gómez
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