No Importa su Nombre ~ Sergio Cilla

Sergio Cilla nos comparte otro cuento inédito, donde lo insólito se entrecruza con la realidad.

No Importa su Nombre

Sabía que este día iba a llegar. No sabía cuándo ocurriría ni cómo sería, pero tenía la certeza de que Juan llegaría a mi vida, aunque no se llamase Juan.
Todos dicen que tengo una actitud positiva, que siempre estoy volando, y que me consideran una soñadora, pero yo sé realmente lo que piensan. Nadie nunca se atrevió a mirarme de frente y a decirme que con esta cara y este cuerpo no iba a conseguir un novio jamás. Pero puedo leerlo en sus miradas, o en sus sonrisas con complicidad.
Por otro lado, nadie puede creer que yo sé cómo funcionan las cosas. Antes trataba de explicarlo, pero ya me cansé. Cuando doy esas respuestas, puedo notar sonrisas burlonas o el típico gesto de que me están ignorando. Puedo entender por qué, y tengo que aprender a callarme la boca, a entender que hay cosas que son solo mías, o que solo a ti te puedo confiar. Recuerdo cuando un día Raúl me dijo: “Tu sentido de la intuición es extraordinario, hermanita.” Inmediatamente sonreí y lo tomé como un halago, hasta que agregó: “A veces me das miedo, eres como una bruja.” “Yo sé cómo funcionan las cosas,” insistí, con un dejo de sentir que estaba cometiendo un error, y de que quizás podía sonar un poco soberbia. “Yo lo único que hice fue apoyarte y asegurarte de que ibas a conseguir un trabajo, para que tú no dudaras y así pudieras conectarte con algo más.” Mi idea era explicarle qué significaba ese “algo más”, pero decidí callarme nuevamente.
No sé si puedes entender lo que me pasa, o si alguien puede. Después de todo, siempre estás aquí, listo para recibirme sin juzgarme.
A veces siento que es como haber descubierto una mina de oro, saber que está todo allí, que puedo ir todas las veces que quiera a buscar todo lo que necesito y, es más, lo puedo compartir con mis amigos y mi familia, y si quisiera, hay oro suficiente para todo el mundo. Sin embargo, todos me miran raro. Además, y lo que es peor en este caso, es que esa mina de oro aparece a los ojos de los demás una vez que creen en ella. Lamentablemente, el mundo funciona al revés.
Igualmente, estoy contenta. Aunque nadie pueda creerlo, los preparativos para la boda están en marcha, y nos casamos en dos semanas. Recuerdo el día cuando me confesó su amor y me pidió matrimonio. Había viajado especialmente para verme. ¡Me hizo tan feliz! Él notó que su pedido no me tomó por sorpresa, e insistió en que le explicara la razón. Lo dudé, sin embargo, luego de unos minutos, comencé a contarle con lujos de detalles. Le hablé de la grilla magnética, de como estamos provistos de un cuerpo que no vemos, porque vibra demasiado alto. Es nuestra parte espiritual. Me observaba en silencio, sin decir una palabra, prestándome atención. Le relaté cómo conversaba con ese otro cuerpo, y que éramos como amigos. Le expliqué que está conectado a la grilla magnética, de la que todos los humanos formamos parte. Le dije: “Yo solo estaba segura de que buscaba alguien que me amara, y siempre me quedé tranquila de que ese momento iba a llegar.” Juan me acarició la mejilla con mucho amor, y me sonrió. Pude sentir su cariño y su comprensión. Al otro día fuimos a merendar y pusimos fecha de casamiento.
Sin embargo, lo noté diferente, distante, como si algo entre nosotros se hubiera interrumpido, como si el hilo que nos unía hasta el momento del anillo se hubiera quebrado. Al día siguiente, me quedé esperándolo en la parada del colectivo por más de una hora. Volví a casa y llamé a su hotel. Me informaron que había dejado la habitación. Llamé a hospitales, a la aerolínea, hice la denuncia en la policía, y no supe nunca nada más de él. Como si se lo hubiera tragado la tierra.
Igual, estoy segura de que la grilla seguirá trabajando incansablemente. Para eso está. Quizás me case en dos semanas o tal vez, no. Pero estoy segura de que voy a encontrar al amor de mi vida, y siempre será mi Juan, no importa cómo se llame.

Sergio Cilla


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