SERGIO CILLA página 2

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Sergio Cilla
Sin Nada que Ocultar

Continúa de la primera página

Hallazgo

Andrew apoyó la pala y el rastrillo y se secó la transpiración de la frente. Era una de las primeras tardes de calor de principios de mayo en Kingsport, Virginia. Habían comprado con su esposa su primera casa, y Andrew se había prometido que terminaría con el jardín antes del verano, para poder aprovechar el calor y las vacaciones, y así poder encerrarse y terminar su tesis, y finalmente graduarse como profesor de historia americana....

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The Mirror

Daria looked at herself in the mirror. It was a disgusting view: blood all over her arms and her white night gown had enormous red stains on the front and on the sides. Her hair was messy, as if she had had a rough night of passionate sex.

She did not like what she saw, but she felt she had the right to kill her torturer. How long can a woman live with a beast who beats her up every single night? ...

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Santiago

Mágicamente, como sucede en el relato, Mónica Gómez y Sergio Cilla unieron sus talentos y escribieron “Santiago”, una historia en forma de diálogo que nos conducirá por los maravillosos caminos de la fe, la esperanza, y la ayuda al otro. No dejes de leerlo.

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Celestina y el Teléfono II

Celestina barría la vereda, como lo hacía cuatro o cinco veces al día, y pensaba: “¿Sobre qué estaría hablando Marito? ...
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Celestina y el Teléfono I

Celestina corrió la cortina y observó la calle. Estaba muy ansiosa. Los jueves no eran los mejores días para recibir gente en la casa, porque estaba con los ruleros puestos, ya que los viernes le tocaba peluquería. Pero esta era una situación muy especial, algo que esperaba con mucho delirio desde hacía bastante tiempo: hoy, 16 de febrero de 1965, le iban a instalar el teléfono....

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NESA III

Abrí la puerta del baño y le hice una seña, como que necesitaba un minuto más.

No sé cuánto tiempo pasó, pero logré juntar coraje y volver a la sala. Al entrar, vi que el coordinador estaba hablando, y que todos giraban sus cabezas hacia la puerta.

“Toma asiento, Lito. Relájate que en unos minutos volvemos a ti.”

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NESA II

“Cuando vi el nombre NESA, no sabía a qué se refería”, continué con mi presentación. “Hasta que leí “No Encajamos Socialmente Anónimos”, y automáticamente pensé en un montón de gente rara. Y ahí me di cuenta de que yo estaba haciendo lo mismo que me quejaba que la sociedad hacía. Estaba prejuzgando. Creo que socialmente tendemos a prejuzgar como forma de protegernos ante lo que desconocemos, y luego, obviamente, discriminamos al otro. ¡Y cómo nos gusta discriminar! ¿No es cierto?...

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NESA I

“Bienvenidos a un nuevo encuentro de NESA,” comentó el que parecía ser como un coordinador, un hombre de unos cincuenta años, vestido de manera informal, con el pelo canoso y largo, atado detrás de la cabeza. Me sentía raro. ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Era un lugar seguro?

“Recuerden que estas reuniones, y como la A de nuestra sigla lo indica, son totalmente anónimas,” prosiguió. “Nadie tiene nada que temer, acá estamos todos seguros,” remarcó, levantando la mirada por encima de sus anteojos y observando a todos en la sala....

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Fronteras

Silvio enderezó el asiento, acomodó sus cosas rápidamente, tomó aire profundamente y se preparó para el aterrizaje. Era su primer vuelo internacional en avión, y después de estar tantas horas sentado y sin pegar un ojo, sintió un tremendo alivio. Llegaría a Dallas, haría la conexión a Filadelfia, y ahí estaría esperándolo el amor de su vida. Eso valía la pena cualquier sacrificio....

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Miguel y su bicicleta

Miguel se limpió la boca con la manga de su camiseta, tomó la bicicleta que estaba tirada a un costado, saludó a ese hombre con un gesto con la mano, y salió pedaleando.

A pesar de que se sentía un poco incómodo, enseguida un gesto de alegría se dibujó en su rostro, cuando recordó que en esos primeros trescientos metros junto a la vía la calle era toda en bajada. Podía acelerar y dejarse llevar a toda velocidad, sintiendo el aire fresco en el rostro, que era el mejor símbolo de su libertad. Toda la zona bordeando las vías era bastante inhóspita, y estaba solo y se sentía libre...

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La palabra mágica

Amelia apretó el botón para llamar al ascensor y volvió su mano derecha a la parte debajo de su vientre, como si necesitara sostener esa panza que en un par de semanas más daría luz a los primogénitos, mellizos, dos varones.

Amelia vivía su embarazo con la dignidad de una mujer criada en un hogar trabajador, donde no importaban los dolores ni los miedos, sino sólo salir adelante como sea. Pero ella se sentía inestable, y temía que los mellizos nacieran con algún problema. Por eso las ecografías se repetían con mayor frecuencia...

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The Fat Ball

He was sitting on the edge of the cliff staring at the horizon. It was a sunny Friday afternoon, and there were a few people walking around. Nobody knew who that man was, where he lived or what he was doing there. Nobody knew whether he was happy or not.

He was simply remembering.

Mike had taken a day off, just to drive off to a nearby town, find somewhere relaxing to sit down, and only remember. Everything had to be recalled....

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El Ojo que todo lo ve- Parte 3

Orson y Santiago salieron a caminar por el campo. Era un día fresco, pero con mucho sol.

- Como te estaba diciendo -comenzó a decir Orson-, para vibrar más alto sólo tienes que dejarte llevar, y conectarte con esa otra parte tuya que es más etérea, más espiritual. Suena simple, pero termina siendo complicado, y ¿sabes por qué? Porque siempre estamos buscando la razón, o porque dejamos que nuestras emociones se interpongan, nuestros miedos, incertidumbres… Pero si logramos dejarnos llevar, haciendo lo que realmente sentimos, conectándonos con nuestro niño interior, jugando, sonriendo, meditando, bailando, cantando, dibujando, lo que sea, entregándonos totalmente a la pasión, ahí es cuando nuestra vibración aumenta....

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El Ojo que todo lo ve- Parte 2

Santiago parecía un niño esperando desesperadamente el cuento de todas las noches antes de irse a la cama. Suponía que era muy tarde, pero no tenía idea de la hora. Se sentía tan cómodo en esa casa y con Orson, como si lo conociera de toda la vida.

- Como te comentaba -prosiguió Orson, sintiéndose un profesor en una de sus clases maestras-, esa otra parte nuestra vibra muchísimo más rápido y por eso no la vemos. Pero no es celestial, es etérea. ¿Entiendes la diferencia?
Santiago asintió, y siguió mirándolo....

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El Ojo que todo lo ve- Parte 1

“Ese maldito ruido nuevamente”, pensó Santiago, y al minuto sintió que el automóvil ya no reaccionaba más, y lo fue acercando lentamente a la banquina. Se bajó, observó el motor como si supiera, pateó las ruedas con furia, se sentó en el piso y se prendió un cigarrillo.
Eran las diez de la noche de un jueves de invierno. Había nevado un poco esa mañana y la noche estaba muy fría, pero Santiago se sentía tan decepcionado por la vida, que ni siquiera podía darse cuenta de la temperatura.
Ahora estaba varado sobre la ruta 42, y a esas horas de la noche lo único que podía ver era oscuridad, y lo único que podía sentir era el ruido de su respiración. Decidió meterse en el auto nuevamente....

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De Grises y Negro – Colaboración: Luigi López y Sergio Cilla

¿Me das la mano? – le dije a mi papá un poco atemorizado. Y mi papá me dio la mano, y el mundo cambió en un instante. Era la época de los cabellos batidos con spray, o con pañuelos y anteojos negros y el rock-and-roll. Era la época donde los papás enseñaban a sus hijos a ser hombres, y darles la mano, no era un gran ejemplo. Pero yo sentía miedo. Nunca me había subido a un auto, y la magnitud de esos asientos me hizo sentir todavía más pequeño...

Sergio Cilla

Fotografía: Luigi López

Un volante gigante, una ilusión pequeña. ¿Girar a la derecha o a la izquierda? Seguir hacia adelante era la opción, porque el monstruoso deseo de un pequeño giro a la izquierda implicaba un reverendo e impetuoso volantazo a la derecha. Sergio Cilla

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The Magnolia Plant

Rachel glanced at her phone to check the time again. She took a sip of water and sat up in her bed.

- Please, go back to sleep -said John, her husband, who was getting a bit tired of what seemed the beginning of the nightly ordeal.
- I can’t. I keep hearing noises in the backyard.
- Of course you're going to hear things -John replied in a tone that showed he was finding it hard to keep his patience-. This is a big house, with a large garden… there are squirrels… it can be the wind, a cat, and several other things!
- I hear human footsteps -Rachel added as if waiting for her husband to go insane...

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La Navidad no es blanca

Al llegar a la iglesia en las afueras de Londres, Colleen observó unos niños cargando un pino con algunas guirnaldas y adornos. Recordó que en pocos días sería Navidad. Pensó en Brigid, su hermana mayor, sola en Nueva York, con su trabajo nuevo en la fábrica. Era el año 1940. Los británicos acababan de ocupar territorio egipcio, y los aliados se armaban para derrotar al Tercer Reich....

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Epílogo y Tres Actos

Bailarina de ballet para Epílogo y Tres Actos

Se escuchan corridas por los pasillos y respiraciones agitadas. El teatro tiembla de emoción. Ya han llegado algunas figuras. Se termina de acomodar el escenario, se cierra el telón y se prepara todo porque en medio hora ya se da sala.
Es velada de gala por el día de la independencia, y con el estreno de la Bella Durmiente de Tchaikovski, la junta militar a pleno asistirá al evento junto con invitados internacionales. Es una tradición, y no hay nada más importante para los gobiernos de facto que respetar las tradiciones, la patria y la familia, aunque el concepto de patria estuviera un poco desvirtuado....

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Un Hombre como John

Jackie miraba la escena y no podía creer lo que estaba ocurriendo. Sus amigos en la sala de estar, junto con otra gente del pueblo; su madre sin una copa en la mano y sonriéndole; una fiesta sorpresa para su cumpleaños número cincuenta. ¿Quién la había planeado? ¿Su madre? Imposible. ¿Stephanie, su mejor amiga?, se hubiera delatado sola. ¿Pero qué estaba pasando?

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“Marie”

Se prendieron las luces de la sala cuando la función terminó y el grito agudo de una espectadora repercutió en el techo abovedado del teatro, seguido por incontables exclamaciones de horror y sorpresa. La sangre corría por debajo de los asientos como un pequeño brazo de un arroyo. Marie observó impasiblemente el cuerpo de un señor mayor sentado inerte en la última fila de la sala. Las dos últimas filas no se habían vendido, recordó Marie. Hacía diez años que trabajaba en el teatro, y siempre había reservado esas filas cuando había poca venta para sentarse tranquila a ver la obra de turno. Levantó con la ayuda de una regla la cabeza del muerto y pudo ver un corte perfecto de su cuello arrugado, como hecho con un hilo de acero. Recordaba la cara de ese espectador....

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