Sergio Cilla comparte con nosotros Microrrelatos, una serie de cuentos cortos que podrás leer en dos minutos y que seguramente te dejarán reflexionando. En esta entrega: Otra Dimensión, y el encuentro con un mundo anhelado.

Otra Dimensión

David se sentó de repente en la cama, y sintió que estaba respirando aceleradamente. Eran las siete en punto, pero no recordaba que el despertador hubiera sonado. En cambio, tenía bien presente que había estaba soñando con Virginia.

Se sentía muy confundido. De repente recordó que había regresado de viaje la noche anterior, y que no tenía nada para desayunar. Así que se levantó, se lavó la cara y los dientes, se puso algo de ropa y bajó por el ascensor.

Se tropezó con el portero al salir del edificio, y se impresionó cuando notó que ni le dirigió la palabra o le pidió disculpas. De pronto reparó que estaba un poco mareado, y seguidamente lo asoció con la falta de alimento.

Continuó su camino y tuvo la leve sensación de que era invisible. Observaba cómo la gente pasaba cerca suyo y lo rozaba, sin notar su presencia. Se asustó. Pensó que quizás estaba enloqueciendo, o sería el resultado del sueño con Virginia.

Esa mujer era el amor de su vida. Alguien que jamás había pensado podría conocer. Quizás especial era el adjetivo adecuado para describirla, aunque seguramente sería sólo especial para él. Se sentía cuidado y protegido por Virginia, y era la perfecta combinación entre amor, pasión, dulzura, comprensión y compañerismo.

Y cuando el accidente trajo la noticia de su muerte, David sintió que su mundo se desmoronaba totalmente, y ya nunca había vuelto a ser el mismo.

Entró a la cafetería y pidió lo de siempre: un café con leche y tres medialunas, pero nadie parecía oírlo, y empezó a sentirse aturdido, hasta que elevó la vista por completo y la vio ahí, sentada en una mesa junto a la ventana. No podía entender lo que estaba pasando.

Virginia hablaba animadamente con alguien a quien David no podía verle la cara. Se sentó en una mesa y sintió que estaba respirando aceleradamente, y que transpiraba muchísimo. Aunque él se sentía totalmente aturdido, sorpresivamente todo el mundo en el café lo estaba ignorando.

Trató de incorporarse, y pegó un grito estruendoso cuando vio que Virginia estaba hablando con él, como en las mejores épocas, cuando se encontraban para desayunar antes de ir a la oficina. Ella hablaba animadamente, mientras David tomaba su café para tratar de despertarse.

Nadie escuchó su grito, y David decidió acercarse y sentarse frente a ellos, y arrimó una silla a la mesa donde se encontraban Virginia y él mismo. Y los observó, y comenzó a enamorarse de lo que veía, y empezó a sentir que todo se sanaba, que todo salía afuera, y que aunque no podía tocarla, Virginia seguía estando en su vida.

Sergio Cilla