Sergio Cilla comparte con nosotros Microrrelatos, una serie de cuentos cortos que podrás leer en dos minutos y que seguramente te dejarán reflexionando. En la quinta entrega: La Abundancia, una muestra simple de lo que realmente creemos ser.
Art: Ronen Goldman

La Abundancia

-Perdóname, Juan… -comenzó a decir Sebastián-, pero en esta no te sigo. No llegamos con el dinero, y el mes que viene Pili comienza la escuela, y ya no podemos más con los gastos.

-Al concierto vamos, y los dos -replicó Juan con firmeza-. Yo lo pago. No podría ir sabiendo que a ti te gusta este grupo más que a mí.

-Gracias, hermano -continuó Sebastián con un tono de angustia en su voz-. No sé si aceptar este ofrecimiento. En realidad… siempre quiero preguntarte esto. ¿Cómo haces? Los dos tenemos el mismo trabajo, los dos ganamos lo mismo, pero yo siempre siento que la estoy peleando, y tú vives como si tuvieras una alcancía conectada al centro de la tierra, de donde extraes billetes cada vez que necesitas o quieres algo. ¿Robaste un banco y no me enteré?

Juan sonrió, y recapacitó unos minutos antes de precipitarse con una respuesta. Había sufrido muchas penurias en su vida, y había adquirido la sabiduría del que comienza a entender cuándo y cómo compartir ciertas cosas con los demás. No obstante, eran amigos con Sebastián hacía cuatro años, y sentía que era como un hermano del alma, y no podía mentirle o inventar una respuesta.

-Exacto, así es -respondió Juan con una sonrisa que cubrió e iluminó todo su rostro.

-No entiendo -le dijo Sebastián, un poco confundido.

-Hay una fosa en el fondo de mi casa, con una fortuna inimaginable. En realidad, tiene la cantidad exacta de dinero para cubrir todas mis necesidades, para pagar todas mis cuentas, para comprar todo lo que deseamos.

-¿Qué dices? No entiendo -Sebastián lo miró aún más confundido.

-La abundancia, querido amigo, está en nosotros mismos. Y me cuesta mucho hablar de este tema contigo, porque no quiero sonar soberbio. Sólo quisiera que tú también pudieras descubrir esa misma fuente de dinero.

-¿De qué fuente me hablas? ¿Cómo se hace? -le preguntó Sebastián con un gesto vacilante en su rostro.

-Simplemente, teniendo la seguridad de que nunca te va a faltar. Viviendo sin dudar en lo que gastamos o pagamos. La vida nos devuelve lo que nosotros mismos creemos. Y si creemos que somos reyes, y estamos convencidos de eso, y vivimos como tales, la vida nos devuelve lo que cualquier rey merece. Lo que ocurre es que la mayoría de la gente no cree que se lo merece.

-Ah, bueno, me voy a creer que soy un multimillonario, entonces… como si fuera tan fácil -respondió Sebastián, en un tono casi burlón-. Volvamos a la oficina. Ya se hizo tarde.

Juan respiró profundamente, y supo que nuevamente se había equivocado. “La próxima vez, responderé que robé un banco”, pensó.

Sergio Cilla