Sergio Cilla comparte con nosotros Microrrelatos, una serie de cuentos cortos que podrás leer en dos minutos y que seguramente te dejarán reflexionando. En esta entrega: Estar Presente, en el aquí y en el ahora.

Estar Presente

Lautaro se puso los auriculares y salió a caminar como todos los días a las doce y treinta y cinco. Tenía cuarenta y cinco minutos para el almuerzo, y desde que le habían diagnosticado colesterol alto, había decidido comer algo rápido en su escritorio, y utilizar ese tiempo para caminar, como el médico le había aconsejado.

La música le permitía aislarse del ruido de la ciudad. Sólo podía observar, y era siempre lo mismo: gente apurada, otros que sentaban a comer en la plaza, autobuses que intoxicaban el aire, taxis con conductores ruidosos y malhumorados, más transeúntes, más automóviles.

Después de unos minutos, siempre comenzaba a sentir un poco de vértigo, pero luego se iba acostumbrando. Sin embargo, hoy esa sensación era más fuerte que nunca, y decidió sentarse en un banco sobre la avenida.

Impulsivamente, se quitó los auriculares, e inmediatamente comenzó a sentirse mejor. Observó todo a su alrededor detenidamente, y una sensación de bienestar lo atrapó al mismo instante. Vio los colores de las cosas, como si fuera la primera vez. El verde del único árbol en esa esquina cobraba intensidad e irradiaba energía; el gris del pavimento brillaba con el sol y llenaba el aire de estrellitas; el azul de las ventanas de un edificio de oficinas reflejaba una calidez muy particular; el aire también tenía color, a veces un poco blanco, mezclado con un ocre claro y un rosa pálido; y cada persona que pasaba portaba un color diferente.

Poco a poco, esa ciudad a la que tanto odiaba se fue convirtiendo en una postal soñada. Se sonrió cuando pensó que esa imagen mental tenía renglones del otro lado, debajo de la estampilla. Pensó a quién podría enviársela y qué le diría.

De pronto se dio cuenta de que le quedaban sólo cinco minutos para volver al trabajo. Se puso de pie y corrió hacia la esquina. Se quedó esperando que cambiara el semáforo y se puso un poco ansioso.

Un señor de sombrero gris se paró a su lado. “Ojalá pueda conservar esa sensación,” le dijo con una sonrisa muy cálida. Lautaro no entendía lo que estaba pasando. “Aislarse es tentador, pero debemos aprender a estar presentes”, agregó, como ratificando.

Sergio Cilla