Sergio Cilla comparte con nosotros Microrrelatos, una serie de cuentos cortos que podrás leer en dos minutos y que seguramente te dejarán reflexionando. En esta entrega: La Luz Blanca, y el reencuentro con las almas gemelas.

La Luz Blanca

Rosalinda tuvo que cerrar los ojos por la molestia que le generó el resplandor de esa luz tan blanca. Se sentía como si estuviera cayendo por un tubo, esos que con curvas desembocan en una piscina. Sólo que las paredes eran totalmente blancas, la superficie muy suave, y la caída muy liviana. Se percibía como empujada, pero de una manera placentera, apacible, yendo hacia un lugar totalmente desconocido.
Repentinamente se escucharon los aplausos, o mejor dicho, una ovación. Rosalinda entró en un cuarto sin paredes, ni piso, ni techo, donde podía escuchar su bienvenida como una algarabía estridente, y apreciar las presencias sin siquiera ver a una sola persona. Sonrió profundamente. Se sentía plenamente feliz, querida, respetada, esperada, como no recordaba haberse sentido nunca en su vida.
Paulatinamente comenzó a diferenciar algunos mensajes entre todos esos sonidos: “¡Felicitaciones! ¡Lo lograste!” Pero el que más le llamó la atención fue: “Cumpliste tu contrato. Eres bienvenida a casa nuevamente,” seguido por un: “Estaremos juntos hasta tu próxima misión.”
Fue entonces cuando comenzó a entender, o mejor dicho a recordar. Se vio en la sala de operaciones, y recordó cómo los médicos y enfermeros corrían de un lado para el otro, desesperados, tratando de reanimarla, de revivirla. Y también recordó la pena que sintió al saber que se separaba de esas almas, que eran su familia en el plano físico.
Sin embargo, recordaba lo tranquila que estaba, con sensaciones de que todo era perfecto para los que se quedaban, y que todo era perfecto hacia donde iba. Esa pura sensación de perfección, que solamente se siente en dos momentos de la vida.

Sergio Cilla