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Parte 3
Orson y Santiago salieron a caminar por el campo. Era un día fresco, pero con mucho sol.
- Como te estaba diciendo -comenzó a decir Orson-, para vibrar más alto sólo tienes que dejarte llevar, y conectarte con esa otra parte tuya que es más etérea, más espiritual. Suena simple, pero termina siendo complicado, y ¿sabes por qué? Porque siempre estamos buscando la razón, o porque dejamos que nuestras emociones se interpongan, nuestros miedos, incertidumbres… Pero si logramos dejarnos llevar, haciendo lo que realmente sentimos, conectándonos con nuestro niño interior, jugando, sonriendo, meditando, bailando, cantando, dibujando, lo que sea, entregándonos totalmente a la pasión, ahí es cuando nuestra vibración aumenta.
- ¿Y cómo nos damos cuenta de eso? -preguntó Santiago, que se sentía muy identificado con lo que Orson estaba describiendo.
- ¿Recuerdas cuando hice girar el anillo? -preguntó Orson.
- Sí, claro.
- Pues, así te sientes, más liviano, más brillante, más transparente. Cuánto más alta es nuestra vibración, mayor es el nivel de luz y calor que emitimos. Por eso generalmente cuando estamos en un estado de vibración más alta la gente tiende a acercarse a nosotros, buscando luz, buscando calorcito.
- Esto no lo entiendo muy bien -comentó Santiago.
- Mira… es más sencillo de lo que imaginas. ¿Has escuchado hablar de gente oscura, o con una energía muy pesada? Gente a la que generalmente escapamos, y con quien no tenemos ganas de estar. Contrariamente, ¿nunca has levantado la vista repentinamente, porque alguien te llamaba la atención? O… ¿alguna vez sentiste que entrabas a un lugar y todo el mundo levantaba la vista para mirarte por unos segundos?
- Sí, sí, claro… -respondió Santiago, quien estaba siguiendo la explicación de Orson con mucha atención.
- Si tu vibración es más alta, generas más luz, y seguramente no vas a pasar desapercibido, porque eso a todos nos llama la atención. Es más, con entrenamiento puedes llegar al punto de vibrar tan fuerte que terminas haciéndote invisible.
Ambos rieron, aunque Orson lo miró de tal manera que sus ojos claramente podían aseverar que lo que había dicho no era un chiste, pero no quería ahondar en el tema. Sabía que Santiago todavía no estaba preparado para eso.
- ¿Pero qué ocurre entonces cuando nos conectamos con gente con una vibración más baja, y su energía es más oscura y pesada? Nos volvemos más pesados, ¿no? Porque nos enganchamos en la mala onda del otro, ¿cierto?
- Querido Santiago, el ser humano tiende a querer poner todo afuera, y a responsabilizar al otro, porque eso es más fácil. Y por eso mismo, como hablábamos al principio, prefieren que su Dios esté en una entidad externa, así tienen a quién culpar. Pero, no, la respuesta a tu pregunta es un rotundo no. A ver… Imagina esta situación: dos habitaciones conectadas entre sí por una puerta, una habitación está a oscuras, y la otra con la luz prendida. ¿Qué pasa cuando abres la puerta que las conecta? ¿Se oscurece la que está encendida o se aclara la que está a oscuras?
- Ah…. Claro -esbozó Santiago, sin poder salir de su asombro-. No pueden tirarnos abajo, entonces, si estamos vibrando más alto.
- Cuando vibras muy alto, de manera bastante frecuente, te conviertes en un faro de luz. Como el que está en las costas, para que los barcos no encallen. Comienzas a ser una guía para el resto de la humanidad, y todos buscan acercarse a ti. Tienes que intentarlo. Empieza a practicar, a dejarte llevar, vibrando más alto, y cuando logres dominarlo, comienza a observar lo que pasa.
Posiblemente, si te sientas en una plaza, empezarás a ver que la gente comienza a sentarse cerca de ti, a pesar de que hay muchos otros espacios más libres. O te pasará en un café, y verás que las mesas que comienzan a ocuparse son las que están a tu alrededor. Mi querido Santiago, la humanidad está en una búsqueda desesperada por pasar a otra dimensión, a otro nivel de evolución, y necesita que cada vez haya más gente que aprenda a vibrar más alto. Sin ir más lejos, los grandes maestros espirituales no han sido más que seres humanos como tú y yo, pero con una increíble capacidad y entrenamiento para vibrar muy alto todo el tiempo.
Santiago no sabía qué decir. Sentía que había acumulado demasiada información, pero al mismo tiempo tenía muchísimas preguntas.
- Hay otras formas de comprobar lo que te he estado diciendo -agregó Orson, que podía leer un sinfín de dudas en el rostro de Santiago-. Comienza a vibrar más fuerte estando acá en el campo, sentándote en el pasto y conectándote con el silencio, dejando tu mente vacía y sintiéndote en un estado de gozo, y podrás ver como comienzas a percibir que eres uno con el todo, y que eres una parte más de esta creación infinita. Y una vez que lo hayas dominado, haz lo mismo en una avenida muy concurrida, y podrás ver cómo la gente comienza a llevarte por delante, a tropezarse contigo, porque estás vibrando mucho más alto que ellos, y por ende no te ven tan fácilmente.
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Santiago seguía sintiendo que todo iba aclarándose, y que Orson tenía una habilidad increíble para aclarar lo que era necesario.
- Una pregunta más -insistió Santiago-. ¿Cómo sigue esto? ¿Luego de vibrar más alto qué debo hacer?
- ¿No sientes que ya te he dicho suficiente? -preguntó Orson, para entender cuáles eran las sensaciones que Santiago tenía en ese momento.
- No, por favor. Es lo último, necesito esa respuesta -Santiago contestó casi como un ruego.
- Con la verbalización, los humanos comenzaron a describir todo, a ponerlo en palabras, y dejaron de manejarse por las sensaciones, las imágenes, la intuición -Orson comenzó a hablar en un tono muy pausado y tranquilo, y Santiago empezaba a sentirse adormecido por el relato, como si entrar en un estado de meditación-. Los hombres empezaron a sentirse dominados por la dualidad, por la idea de que todo tiene un antes y un después, un principio y un fin. Definieron el principio de todo, el final, la muerte. Hasta verbalizaron la sensación de amor, por ejemplo, y entonces el amor comenzó a ser lo que está definido. Pero… ¿sabes si es eso realmente lo que siente un niño pequeño? No, no tienes idea. Porque a ese niño no le interesa la definición del amor, ni el nombre. Sólo siente, y se deja llevar por esa emoción. Luego crece, y tiene sensaciones y comienza a cometer el primer error, que es tratar de encasillar esa sensación en lo que otros humanos han definido como amor. Y ahí se inicia un proceso donde todo está compartimentado, encasillado, y lo que sentimos ya no importa, porque está mal o bien. Sin embargo, el mal y el bien no es otra cosa que esa misma dualidad, y no existe ni el uno ni el otro.
El rostro de Santiago había pasado de la duda a la tranquilidad, y hasta podía mostrar indicaciones de que comenzaba a sentirse plenamente en paz.
- No hay principio ni final, Santiago -continuó Orson-, ni antes ni después. Todo ocurre al mismo tiempo. No nacemos, ni morimos, sólo nos transformamos. Pero esto sólo comienzas a entenderlo cuando vibrar más alto es algo de todos los días. Porque, entonces, “entender” es reemplazado por “sentir”, y todo lo que sientes es lo único verdadero.
Orson apoyó su mano derecha sobre la de Santiago, quien estaba sentado frente a él en el pasto. Lo miró con mucho amor a los ojos, se levantó con mucha lentitud y comenzó a caminar hacia la casa.
Santiago se tiró hacia atrás en el pasto y cerró los ojos. Se sentía con una tranquilidad liberadora. Ya no había pensamientos ni preocupaciones, sino una sensación de paz universal, y empezó a sentir que vibraba más alto.
Orson se dio vuelta y lo observó por última vez, con mucho amor. Vio que una sonrisa se dibujaba en el rostro de Santiago.
Sergio Cilla
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