Parte 1 ~ Parte 2 ~ Parte 3
¿Estamos listos para dejar que todos nuestros problemas se resuelvan solos? Sergio nos entrega la Segundo Parte del “El Ojo que Todo lo Ve”, con más mensajes que Orson tiene que dar sobre la vida, acerca de cómo elegimos vivirla, y otros descubrimientos, que no son más que verdades que ya todos de alguna manera conocemos.
Parte 2
Santiago parecía un niño esperando desesperadamente el cuento de todas las noches antes de irse a la cama. Suponía que era muy tarde, pero no tenía idea de la hora. Se sentía tan cómodo en esa casa y con Orson, como si lo conociera de toda la vida.
- Como te comentaba -prosiguió Orson, sintiéndose un profesor en una de sus clases maestras-, esa otra parte nuestra vibra muchísimo más rápido y por eso no la vemos. Pero no es celestial, es etérea. ¿Entiendes la diferencia?
Santiago asintió, y siguió mirándolo. No quería interrumpirlo, quería escuchar hasta el final de ese cuento.
- Esa parte etérea está conectada a una grilla magnética, y es a través de nuestra vibración que emitimos unas ondas que llegan a esa grilla. Pero estamos todos conectados a esa grilla. A ver… déjame darte un ejemplo muy sencillo antes de seguir adelante -dijo Orson con una actitud de entusiasmo, explicando lo que sabía y usando sus manos como si hubiera una pizarra y pudiera dibujarlo todo-. Seguramente alguna vez te habrá pasado de estar pensando en alguien que hace mucho que no ves, y luego esa persona te llama por teléfono o te escribe, o te la encuentras en algún lado, ¿no?
Santiago volvió a asentir con la cabeza. Seguía observando a Orson con los ojos bien abiertos.
- Bueno, eso ocurre porque pensaste en esa persona, entonces enviaste una señal vibratoria a través de la red, que fue recibida por la otra persona, y entonces decidió comunicarse contigo.
- Ah…. -fue lo único que Santiago pudo agregar; un “ah” muy redondo, con una boca muy abierta.
- Pero esto no ocurre en todos los casos y bajo todas las circunstancias. Esto sólo ocurre cuando nos dejamos llevar, y cuando nos movemos por la intuición. ¿Sabes lo que es la intuición, Santiago?
- Sí, por supuesto -respondió Santiago, con un gesto como diciendo: “¿quién no lo sabe?”
- La mayoría de los humanos confunde lo que es la intuición, o la tratan como si fuera un atributo más, como la gracia, “qué divino es John, es tan, pero tan intuitivo” -agregó Orson con un tono de voz gracioso-. La intuición es el arma más poderosa que tienes -le dijo, mirándolo seria y fijamente a los ojos-. Y a través de esa intuición vamos a generar el milagro que necesitas para salir de esta situación.
Los ojos de Santiago brillaban de emoción, y toda su atención estaba puesta en ese ser que había aparecido de la nada en su vida.
- Pero ahora es muy tarde, y necesitamos descansar para poder continuar mañana -dijo Orson con un tono paternal.
- Pero… -Santiago intentó agregar algo.
- Disculpa, es muy tarde, te muestro tu habitación.
Santiago se despertó a la mañana siguiente. Estiró el brazo, tomó su teléfono y vio que eran las 7:30. Se levantó, fue al baño y bajó a la cocina.
Todo estaba en silencio y pensó que Orson estaría durmiendo todavía. Pero algo le llamó la atención en la cocina. Sobre la mesa estaba todo preparado para su desayuno, y junto a la taza había una nota que decía:
“Querido Santiago. Hay café en la cafetera, o si prefieres puedes hacerte un té. Te dejo sobre la mesa lo que yo desayuno, pero siéntete libre de revisar la heladera y los armarios. Yo tengo que salir al campo, así que acá te dejo la llave de mi camioneta para que puedas solucionar el tema del auto durante la mañana. Luego me la regresas cuando puedas”.
Santiago inmediatamente recordó que estaba ahí por su auto. Apenas se había despertado, pensó en bajar a desayunar y seguir la charla con Orson, así que ahora se sentía un poco decepcionado.
Desayunó, condujo hasta el auto con la camioneta, lo puso en marcha y para su sorpresa funcionaba. Igualmente, decidió llevarlo hasta el mecánico para que lo revisara, y le pidió que lo alcanzara hasta la camioneta nuevamente, así podía devolvérsela a Orson.
Se subió a la camioneta y volvió a la casa de Orson. Recordó una bifurcación del camino, pero no pudo encontrarla. Empezó a ponerse muy nervioso. Detuvo la camioneta, trató de tranquilizarse y de pensar cómo había entrado Orson al campo la noche anterior. No podía ser que no pudiera encontrar el camino. Había dado vueltas en círculos. De pronto comenzó a escuchar el sonido como de un pato, y se bajó de la camioneta para ver qué era. En ese momento vio a lo lejos un brazo que se agitaba en el aire. El alivio le volvió al cuerpo. Era Orson que venía caminando hacia él.
- Volviste muy rápido. Imagino que los milagros están funcionando uno tras otros y por eso has hecho tan rápido -le dijo Orson, mientras se acercaba y le daba un abrazo-. Vamos a comer algo a la casa, yo te indico el camino.
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Santiago no había podido reaccionar. No podía entender de dónde había salido Orson, y cómo ahora el camino hacia su casa era tan fácil de hallar. Tampoco entendía cómo Orson se había dado cuenta que estaba perdido. Decidió no preguntar nada y dejar que todo continuara hasta que pudiera entender qué estaba pasando.
- Cambia esa cara -Orson le dijo a Santiago, disponiéndose a preparar unos sándwiches para ambos-. ¿No estás feliz de verme?
- Sí, obvio -respondió Santiago-, pero no entiendo cómo no podía encontrar tu casa, y luego me di cuenta que era muy fácil de ubicar…
- Ay, querido Santiago -lo interrumpió Orson-. Aprender las lecciones lleva su tiempo. ¿Recuerdas lo que hablamos anoche? ¿Nunca te ocurrió que estás buscando algo que estás seguro estaba en un lugar y no puedes verlo? ¿Y de pronto suena el teléfono, o te entretienes con algo en la televisión, y cuando vuelves eso que buscabas estaba frente a tus narices?
- Sí… -contestó Santiago, desconcertado-. Eso me pasa todo el tiempo.
- Cuando dejamos que nuestras emociones se interpongan en nuestros proyectos, es muy difícil que podamos lograrlos -continuó Orson-. Si empezamos a buscar algo y nos angustiamos porque no lo encontramos, o nos surge el miedo, no lo vamos a encontrar. Por eso anoche comencé a hablarte de la intuición, y a decirte que era una herramienta fundamental en todo esto, y que los humanos generalmente no sabían bien lo que significaba.
Orson puso los sándwiches en dos platos, tomó una jarra de jugo y dos vasos, y lo invitó a sentarse en la mesa de la cocina, junto a un ventanal enorme con unas macetas que mostraban los primeros atisbos de que el invierno estaba ya pronto a retirarse.
- La intuición es eso que algunos llaman vocecita interior -prosiguió Orson, retomando su rol docente-. Es el impulso que generamos cuando comenzamos a vibrar más fuerte y a enviar energía a través de la grilla. Entonces, de pronto, nos llega una señal, un indicio de lo que debemos hacer, y cuando lo hacemos, solucionamos los problemas. Y luego creemos que fue un milagro. Así que el proceso para generar eso que ustedes llaman milagros es muy sencillo: vibramos más fuerte, nos conectamos con la grilla, recibimos una respuesta, la aplicamos y solucionamos el problema, así de simple. La respuesta llega de todas las posibles conexiones que esa grilla tiene entre todos nosotros. Otros prefieren llamarlo “una señal de Dios”, entonces rezan y le piden a su Dios una señal, y luego les llega la respuesta. Pero el método, como te dije anteriormente, es más físico que celestial, y no es obra de Dios, sino de nosotros mismos.
Orson comenzó a morder el sándwich y a observar la cara de desconcierto de Santiago.
- Come, come, que necesitas estar fuerte, eres un hombre joven -le indicó Orson con una sonrisa.
- Entiendo lo que dices -comenzó a hablar Santiago-. Pero, entonces, si no me equivoco, todo el proceso está muy claro. Recibo información a través de ese proceso que se llama intuición, y con esa información soluciono mis problemas. Pero lo que no entiendo es cómo hacer para vibrar más fuerte…
- Exacto, muy bien -Orson lo alentó, dándole una palmada sobre el hombro-. Excelente deducción. Pero no es que solamente recibes la información de cómo solucionar tu problema. Al conectarte a la grilla, estás entregando el problema para que sea resuelto de alguna manera, y tú puedas dedicarte a otra cosa. Y la solución llegará, a través de una respuesta, de otra persona, o de un suceso, mientras tú haces lo que más te gusta, cantar, observar la naturaleza, leer, mirar una película, etc.
- Está claro -comentó Santiago, sintiendo realmente que las cosas empezaban a tener un orden y podía organizarlas.
- Ahora vamos a la segunda parte de tu pregunta: para poder vibrar más alto hay que dejarse llevar, hay que soltar, hay que entregarse a la vida. Es dejar de controlar, no dejar que nuestros pensamientos se entrometan, no dejar que nuestras emociones nos boicoteen. Sin ir más lejos, ¿cómo resolviste tu situación anoche? Cuando te pusiste a observar las estrellas aparecí yo. Y luego seguiste tu intuición y aceptaste venir a mi casa. Y seguramente el auto arrancó sin problemas, ¿no? Claro, dejaste de preocuparte por él y pusiste la energía en otra cosa. Y luego no podías encontrar la casa y te pusiste muy nervioso, pero algo hizo que te distrajeras, que te relajaras, y ahí aparecí yo nuevamente, ¿cierto?
Santiago lo observaba, mientras procesaba lo que ahora Orson estaba diciendo.
- Suena todo muy bonito, muy de libro de auto-ayuda, pero yo necesito algo más práctico si quiero salir de esto -dijo Santiago, con una pizca de humor.
- Vamos a caminar un poco por el campo y te explico y practicamos un poco -agregó Orson, con una sonrisa enorme, mientras lo tomaba por los hombros-. Como muchos, tienes la idea de que todo esto es esoterismo, que tiene que ver con alguna secta, o que va en contra de Dios. Sin embargo, todo esto que te estoy enseñando es cómo funciona la vida, son las enseñanzas de todos los maestros, es el compendio para que dejes de preocuparte, y comiences a ocuparte de las cosas que realmente quieres, mientras la vida -o esa otra parte tuya, que vibra mucho más rápido- se encarga de solucionarte todos los problemas. Es todo tan sencillo, pero los humanos lo hacen tan complicado… ven, vamos a afuera y te sigo explicando.
Sergio Cilla
Continua con El ojo que todo lo ve, parte 3 y última de este misterioso relato
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