Esta vez, la China Contino nos trae una historia que transcurre en un barrio de Buenos Aires. Allí, vamos a transitar momentos cotidianos con la sencillez de su gente. Los personajes somos un poco todos y cada uno de nosotros...
Desde otra mirada
Laura nació en Congreso. Ya en la escuela primaria mostró una gran facilidad para Matemática y fue una alumna destacada en la secundaria. No hubo tiempo para la diversión en sus ratos libres. Sólo la premisa de terminar el profesorado para luego orientar su futuro universitario hacia Ciencias Exactas.
Francisco vivía en la casa contigua. Hijo de inmigrantes asturianos que vinieron a entregar su vida al país a cambio de un hogar y trabajo. Francisco y Laura crecieron casi juntos. Francisco fue su enamorado silencioso desde la infancia. Hizo un curso de electricidad y así se ganaba la vida. A veces inventaba una revisión del cableado central para poder entrar a casa de Laura, esa Laura que le sonreía y seguía con sus libros y sus cálculos.
Algunas tardes, Francisco terminaba su trabajo y se quedaba a charlar con los vecinos sólo para esperar que Laura llegase de sus cursos y verla pasar con su cabello negro y sus ojos profundos y aspirar su perfume que dejaba una estela como de flores…
Los fines de semana eran jornadas intensas para Laura; por la mañana impartir clases en forma particular y después del almuerzo ayudar a su madre con el quehacer cotidiano. Desde que su padre había muerto, las cosas cambiaron y los ingresos debieron reacomodarse para que rindieran. Al fin y al cabo, Laura era experta en el tema.
Las clases de guitarra fueron para Francisco un desahogo en su vida solitaria. Sus padres ya no estaban, no tenía hermanos ni familiares en Argentina, sólo su madrina, tía Isabel, (decirle tía lo hacía sentir menos paria) una española solterona que lo quería mucho y siempre lo complacía haciendo comidas de su tierra que tanto le gustaban, sobre todo la típica fabada.
Una tarde de invierno, La mamá de Laura lo llamó por un desperfecto en las luces del comedor y Francisco acudió enseguida para solucionar el problema. Cuando llegó Laura, el arreglo estaba hecho y ofreció a Francisco una taza de café ya que el frío era terrible.
- Laura, no dudes en llamarme a cualquier hora ante otro inconveniente.
- Gracias, espero no quedarme a oscuras. Pero sé que puedo contar con tu ayuda.
En ese momento lo miró de cerca y lo vio tan vital, tan fuerte que creyó verlo por primera vez. Era una imagen que la hacía sentir segura y la sacaba por un rato de las ecuaciones y los logaritmos. Oyó que Francisco le hablaba.
- ¿Te conté que estudio música? Bueno, soy un novato pero espero mejorar.
- ¡Ay, Francisco! Sería bueno que terminaras tu secundario y luego entenderías que hasta la música está basada en sucesiones numéricas.
- Entonces, ¿no te gusta la idea de la guitarra?
- No es eso, pero el estudio…
Y Laura pensó que Francisco nunca podría entenderla y que él carecía de ambiciones.
Francisco se sintió aturdido y a pesar de todo lo que sentía por Laura no podía esperar que ella cambiara porque siempre ocultaba su corazón en un paréntesis de hielo. Y se fue a su casa.
Pasaron varias semanas sin verse. Con el frío no daban ganas de estar en la calle. Francisco trabajaba y luego volvía a casa a preparar su cena, practicar un poco con la guitarra, o mirar televisión hasta caer agotado. Los domingos jugaba fútbol con unos amigos y muy de vez en cuando, iba a ver jugar a Independiente.
Llegó la primavera y los humores se suavizaron. En Congreso como en otros lugares había un club barrial donde se reunían los vecinos para celebrar algún acontecimiento destacable. Había que agasajar a la directora de la escuela primaria que estaba a punto de jubilarse, la señora Raquel, quien fuera impulsora de varios talleres y cursos en la escuela nocturna. Era un momento de alegría para toda la gente que la conocía y la apreciaba por su labor tan rica al servicio de la enseñanza.
Laura organizaría la reunión para que todos disfrutaran del evento.
Francisco sabía que debía ocuparse de la iluminación y el sonido pero también sabía que anhelaba encontrarse con Laura. Tenía ganas de verla y contarle muchas cosas y poder bailar con ella por primera vez…
Continúa con la segunda parte: Desde otra mirada II
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