En esta segunda parte, la China nos muestra un poco una escena de esos bailes barriales donde se conmemoraban eventos de aniversarios, cumpleaños y otras fiestas similares. Y allí al compás de la música nos dejamos llevar hasta esa juventud divina con sus amores y desamores…
Si no leíste la primera parte, comienza aquí: Desde otra mirada I
Desde otra mirada II
Y llegó el sábado tan esperado por todos. Francisco trabajó hasta último momento conectando luces y armando los parlantes, pero no vio a Laura en toda la tarde.
Volvió a su casa para ponerse esa ropa nueva que había comprado la semana anterior en una sastrería de Corrientes y Maipú. Estaba nervioso. No podía prenderse la camisa y se miró varias veces al espejo porque el peinado no lo conformaba. Cerró los ojos y se dejó llevar por la fantasía de su encuentro con Laura. Y salió hacia la fiesta.
Joaquín, un alumno de Laura, oficiaba de disc-jockey y el salón lucía agradable con guirnaldas que colgaban de las paredes. Las mesas bien dispuestas con servilletas de colores creaban un clima familiar y obsequioso.
Dos o tres parejas bailaban en la pista un poco alejada del salón. La música era rítmica y se prestaba a la alegría de unos pocos niños que miraban a los bailarines.
Por fin llegó Laura. Francisco la saludó y casi no la dejó hablar con nadie. La vio tan linda con su vestido azul que creyó que jamás encontraría otra mujer como ella. Logró llevarla hasta el sector de baile y aunque Laura trataba de decirle algo, él la tomó en sus brazos y comenzaron a bailar suavemente. Laura parecía contenta. Francisco miró sus ojos y creyó ver en ellos un sentimiento puro. Ella sintió un escalofrío y una mezcla de sensaciones confusas. Pero mientras Francisco giraba al son de la danza, de pronto, ella se soltó de sus brazos y le dijo:
- Vamos Fran, quiero que conozcas a un compañero de la facu.
- Jorge, te presento a Francisco, mi amigo de la infancia de quien tanto te hablé.
Jorge era alto y lucía elegante entre la gente del barrio. Francisco se dejó llevar hasta una mesa pero estaba mareado con esas palabras de Laura,” mi amigo de la infancia…”
Laura inalcanzable, Laura distante, Laura ajena… Si hasta sonaba ridículo haberse hecho ilusiones con ella. Se sintió tan poca cosa que saludó a la señora Raquel y abandonó el lugar.
El día siguiente amaneció nublado y ventoso, Francisco no pudo dormir lo suficiente y casi agradeció ese clima que lo incitaba a quedarse un rato más en la cama. A mediodía decidió llamar a Laura para disculparse por irse tan abruptamente.
- Hola Laura, lamento haberme ido sin saludar anoche. Trabajé mucho y el cansancio me jugó una mala pasada. ¿Me sabrás entender?
- ¡Claro, Fran! Me gustaría poder verte y tomar un café uno de estos días. ¿Te parece?
- Estoy un poco complicado con trabajos pendientes. Hablamos Lauri.
Laura volvió a sentirse bien al escuchar la voz de Francisco. No quería cortar y endulzó un poco su pedido.
- Dale Fran, sería bueno vernos. Espero tu llamado.
- Buscaré un tiempito y me comunico. Hasta pronto.
No quiso parecer arrepentido. Estaba dolido por la presencia de Jorge, alguien que nada tenía que ver con la fiesta de la señora Raquel. Su corazón latía como un tambor. Se acostó nuevamente y recuperó el sueño perdido. Por esos días, Laura luchaba con sus pensamientos sobre Francisco. Llamarlo amigo no era del todo cierto, no había esa complicidad sencilla nacida de la amistad. Fueron compañeros de juegos en la infancia y tenían algunos amigos en común desde la adolescencia pero fuera de eso muy poco.
Jorge era un muchacho bueno y al igual que Laura, su meta principal era su carrera universitaria. Le gustaba Laura y pensaba que al tener una profesión compartida se haría más fácil conllevar una relación afectiva.
Un viernes por la noche sonó el teléfono en casa de Francisco que estaba preparando una tarta de verduras ya que su madrina vendría a cenar con él.
- ¡Por fin te encuentro¡ ¿Cómo estás? Aún espero que podamos tomar un café estos días. A fin de mes empiezan los exámenes y sabes que me recluyo en casa.
- ¡Laura! Me alegra oirte. Sí, conozco tus reclusiones muy bien. Mañana a las 5 en el café de Avenida de Mayo. ¿Te parece bien?
- Allá nos vemos Fran. Un beso.
Fin de la segunda parte, continúa con el descenlace: Desde otra mirada III.
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