Brisas de traición II ~ Mónica Gómez

Romney, uno de los mozos del crucero de la empresa ‘Brisas del Mar’ fue encontrado asesinado en su cabina. En esta segunda parte la policía comienza las investigaciones, siguiendo las pistas halladas alrededor del cuerpo. Y hay perfume de mujer…

Si no leíste la primera parte, comienza aquí: Brisas de traición I

BRISAS DE TRAICIÓN - 2a parte

-Ciertamente, Romney era un mujeriego...y siempre mantenía relaciones con alguna pasajera –admitió su amigo Jon-. Sabemos bien que está prohibido –se apresuró a decir al ver las cejas fruncidas del director-, y yo se lo decía siempre, pero era más fuerte que él.
-Es verdad –acotó el primo. He intentado varias veces hacerlo entrar en razones pero parecía que la prohibición le causara aún más placer –dijo como enojado.
-¿Y saben si en este momento estaba con alguien? –inquirió el capitán.
-Ayer cuando llegué al camarote después de mi turno, sentí perfume de mujer –aclaró Jon-. De esos caros, que no podrían usar ninguna de nuestras chicas camareras. Romney estaba tirado en la cama y se lo veía muy contento. Le dije: “¿Otra vez? Basta con esto, que te vas a meter en líos”.
-Exacto. Yo también se lo decía, pero él... nada –movió la cabeza Sam.
-¿Y ustedes tienen idea de quién podría ser esta mujer?
-No, eso no lo sabemos –respondió Jon mirando a Sam que negaba con la cabeza.
-Quizás alguna de las que servía en sus mesas –sugirió éste último.
-¿Por qué dice eso? –preguntó el capitán.
-Bueno, porque nosotros, como camareros, no tenemos acceso al pasaje de otro modo.

Todos asintieron.

-Ok –dijo el capitán a modo de conclusión. Cuando revisen el camarote quizás encuentren algo. Ahora estamos esperando la llegada de un equipo de investigación. Los mantendremos informados.
-Sólo un par de preguntas más –pidió el oficial de seguridad y dirigiéndose a Jon inquirió-. ¿Usted dijo que estaba en la cocina cuando notó la ausencia de Romney?
-Sí, en efecto, estuve allí desde las 5.30 de la mañana con mis colegas porque era mi turno de encargarme de nuestro desayuno. A las 7 cuando debían venir todos fue cuando noté que no estaba.
¿Por qué me lo pregunta? –quiso saber, con un dejo de desconfianza-. No pensarán...
-No, quédese tranquilo, no pensamos nada. Son sólo preguntas de rutina que seguramente los investigadores querrán saber. Lo mismo le pregunto a usted, Sam ¿qué estaba haciendo antes de enterarse?
-Yo me levanté a las 6.30 y me metí en el baño a darme una ducha. Mi compañero puede corroborarlo –agregó con expresión segura. Y después fuimos ambos a la cocina a encontrarnos con el resto.
-Ok, gracias por la disponibilidad.
-Todo lo que necesiten –confirmó Jon con los ojos nublados-. A vuestra disposición para saber quien cometió este horrible crimen.

A las pocas horas arribó el equipo de investigación, dos técnicos de la policía científica comandados por el Teniente Locey, un detective experimentado de edad madura y gesto adusto que no se andaba con vueltas y se metió de lleno en su trabajo, luego de haber recibido la información que los otros habían obtenido del amigo y el primo del pobre mozo.

Comenzaron con analizar la escena del crimen, el camarote. Como esperaban, encontraron restos de semen y líquido vaginal en las sábanas, sólo que iba a ser muy difícil saber a quién pertenecía, salvo que tomaran muestras del ADN de las más de dos mil mujeres que había a bordo.
También hallaron un aro, un pequeño brillante engarzado en una corona de oro. No iba a ser fácil que la mujer en cuestión reconociera que era suyo, y más aún si, siendo casada, estaba en falta con su marido. Servía como prueba para ubicar a la mujer entre las pasajeras y no la tripulación ya que ninguna de ellas podría costearse una alhaja como ésa. El tercer hallazgo fue quizás el que resultó ser el más provechoso: un numerito ‘26’ pegado entre las sábanas, con el logo de Brisas del Mar.

-Oh, ésos son los números que se pegan a los pasajeros que hacen excursiones para que sepan a qué micro pertenecen –explicó el director de hotel.
-Entonces necesitamos hablar con la oficina de turismo –impuso Locey.

El día anterior la nave había visitado una de las islas del recorrido y, en efecto, el micro 26 fue el que realizó la excursión de tres horas de la mañana.

-Es posible entonces –razonó Locey con el capitán-, que la mujer haya venido al camarote de Romney luego de la excursión con la misma ropa y al sacársela se haya desprendido el número. Estamos buscando, por lo tanto, a una mujer que tomó esa excursión y que ocupa una de las mesas servidas por Romney.

Esto restringía bastante el campo. Locey cotejó la lista de pasajeros de la excursión con aquella de los comensales a los cuales la víctima había atendido y encontró cuatro coincidencias. Mientras tanto, la autopsia, que todavía no estaba terminada, reveló que efectivamente había muerto de asfixia por estrangulamiento en manos de una persona fuerte y contundente. Y lo más interesante es que se encontraron restos de látex en las marcas del cuello, lo cual significaba que el asesino, usando guantes, había actuado con premeditación y alevosía. Por la presión de sus manos, todo indicaba que era un hombre, quizás un marido celoso, aventuraron.

Primero debían encontrar a la mujer. Entre las cuatro coincidencias, dos eran madre e hija. Sesanta años una, treinta y seis la otra. Viajaban solas, con lo cual no habría ningún varón en escena. Otra, era una joven en luna de miel y la última era una mujer casada que viajaba con su marido e hijito. Decidieron empezar por ella.

-¿Y? ¿cómo estuvieron las zambullidas con papá? –preguntó Clara a su niño mientras lo frotaba con el toallón en el baño del camarote.
-¡Muy bien! ¿No, papi?
-Sí, querido, tenemos que seguir practicando –contestó el hombre-. ¿Escuchaste algo sobre lo del mozo que se llevaron?

Ella no alcanzó a contestar porque en ese momento golpearon la puerta para pedirles que se presentaran ante el capitán.

-¿Por qué asunto es? –preguntó él.
-Disculpe, señor, no lo sabemos. Pero han mandado llamar por ustedes.
-¡Hola Daniela! –corrió el chiquito.
-¡Hola! – lo abrazó la jefa de animación infantil- ¿venís conmigo a jugar mientras tus papis van a hablar de cosas de grandes?
-Sí, sí.

Continúa aquí con la tercera parte: Brisas de traición III

Mónica Gómez

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